Cuando mires a tu alrededor y veas un mundo limitado y dividido, cuando te mires el espejo y veas a alguien insatisfecho, incompleto o insuficiente, no vuelvas a ceder al impulso de intentar cambiar o aceptar lo que ves.

En lugar de eso, explora más detenidamente lo que realmente estás viendo.

¿Has escuchado alguna vez que el momento presente es siempre perfecto? ¿Has leído alguna vez que eres un ser completo y no necesitas nada para ser feliz?

Si eso es cierto, ¿por qué nos resulta tan difícil verlo así?

La respuesta es que estamos jugando, sin saberlo, a ser algo que no somos.

Tú, como todos, aprendiste a generar esa contracción energética a la que llamamos “yo separado” y a depositar en ella tu identidad. A partir de ahí empezaste a ver el mundo y a vivirlo (y vivirte) desde esa posición.

El yo separado es un conjunto de ideas de ti, una abstracción, un pálido sustituto de lo que realmente eres.  Es, por definición, ilusorio, fragmentado e insuficiente. Es inevitable entonces que desde la perspectiva del yo la experiencia de la vida, de las cosas y de ti mism@ sea limitada, incompleta e insatisfactoria.

Recuerda que no ves lo que hay, ves el punto de vista desde el que miras. Cuando vives a través del filtro del yo separado, todo parece insuficiente, inestable, dividido e incompleto, puesto que el yo le infunde a la vida su propio sabor.

Y es el mismo yo el que rechaza esa experiencia vital y trata de arreglarla. Es el que busca incesantemente una cura para su sufrimiento y trata de poner fin a su insatisfacción. Es el que imagina procesos de desarrollo personal, de trabajo interno y busca caminos para evolucionar hacia una mejor versión de sí mismo.

El yo es un fantasma hambriento con un estómago sin fondo, atrapado en la búsqueda imposible de algo que ponga fin a su hambre.

En esa búsqueda el yo puede desarrollarse, trabajarse, volverse espiritual, llegar a saber muchas cosas… Pero lo que no sabe, lo que no quiere saber, es que la única cura real a su sufrimiento es su propia destrucción.

Por eso, solo hay una forma de poner fin al ciclo de búsqueda e insatisfacción del yo. Y no es encontrando nada de lo que crees que necesitas.

El fin del sufrimiento es el fin de tu identificación con el yo. El reconocimiento y retorno a tu verdadera naturaleza es el fin del sufrimiento. 

La próxima vez que mires a tu alrededor y veas un mundo limitado y dividido, que veas a alguien insatisfecho o insuficiente en el espejo… ¿Qué vas a hacer?

¿Te lanzarás de nuevo a transitar el camino del yo? Tratarás de arreglar lo que ves, ya sea lo de fuera (los demás, la política, el clima…) o lo de dentro (tus pensamientos, emociones, estados…) con la esperanza de encontrar satisfacción y felicidad?

¿O ha llegado el momento ya de emprender el camino sin camino y dirigir tu curiosidad hacia el corazón de tu existencia, explorando honestamente y sin concesiones tu verdadera naturaleza?

¿Quieres estar al día?

Únete a mi lista de correo para recibir mis artículos y novedades.

Suscripción confirmada. ¡Gracias!

Share This