En mi experiencia, las personas que lo tienen más difícil a la hora de cambiar y mejorar su experiencia de la vida son aquellas que más saben y más convencidas están de lo que saben.

Eso es debido a que el cambio verdadero y permanente siempre es el resultado de descubrir que algo que creías saber resultó no ser cierto. En otras palabras, es el resultado de saber menos, no de saber más.

Considera el siguiente ejemplo:

El Sr. A tarda una hora cada día en su trayecto al trabajo. Le gustaría no estar tanto tiempo de camino, pero todas las demás opciones son más largas así que se conforma. Sin embargo, hay una ruta que no conoce y que le permitiría llegar al trabajo en 20 minutos. Si el Sr. A “sabe demasiado”, estará convencido de que conoce todas las rutas disponibles y de que toma la mejor. Difícilmente estará dispuesto a reconocer que alguien puede conocer más la zona  y ni se planteará la posibilidad de considerar otras opciones.  Saber se convierte en una limitación que le impide descubrir.

Lo que ahora sabes puede serte más o menos útil en tus circunstancias, pero cuando lo confundes con lo que es cierto, actúa siempre como un limitador de lo que es posible para ti.

A diferencia del ejemplo anterior, las rutas hacia una experiencia más plena de la vida no están trazadas ni son limitadas, sino que son infinitas y se renuevan a cada instante.

Lo hacemos lo mejor que sabemos a cada momento, pero siempre estamos a un segundo de descubrir nuevas posibilidades. Para ello, sin embargo, es necesario dudar de lo que crees sabido y abrirte a la posibilidad siempre disponible de descubrir algo nuevo, distinto y más real.

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