¿Cuántas interpretaciones aprendidas sigues ensayando?
¿Cuánto pesa todo lo que sabes?
Cuando les pedimos a los conceptos que nos aporten realidad o verdad, estamos pidiendo una imposibilidad. Las ideas y los procesos mentales son siempre una abstracción.
Si quieres conocer la realidad de una emoción y te pones a pensar en ella para entenderla, solo consigues alejarte de lo que buscas.
Cada nueva explicación es una capa más de abstracción. Toda interpretación y toda etiqueta establecen una distancia con aquello que tratan de describir. Esta es la naturaleza del saber aprendido.
Y esto no es algo erróneo o problemático en sí mismo. El problema aparece cuando confundimos estas etiquetas e interpretaciones con lo que es y pretendemos entrar en contacto con la realidad del momento a través de ellas.
La realidad de una emoción está en la experiencia desnuda de la emoción en sí, no en ideas y descripciones.
Cuando pensamos en un estado emocional tratando de llegar a alguna conclusión que imaginamos satisfactoria, sanadora o liberadora, asumimos que la conclusión que buscamos es más real y más verdadera que la propia emoción exactamente como es. Asumimos que la experiencia está incompleta, que la emoción necesita ser entendida y dotada de un significado del que carece.
Pero la emoción es anterior a toda conclusión, a toda idea, está siempre completa en sí misma y ya incluye y expresa toda su verdad. Ningún saber, por satisfactorio que parezca, añade realidad a la experiencia del momento.
La sanación y la liberación que anhelas no se encuentran en añadir algo a la experiencia, sino en la total intimidad con este momento.
Todos los procesos que crees tener que completar, todo lo que piensas que tienes que analizar y comprender, todo lo que ya comprendes y atesoras con celo, todo lo que tratas de integrar o trascender… Todo ello crea la sensación de separación que imposibilita la absoluta intimidad con la experiencia del ahora.
Esta intimidad verdadera que todos anhelamos no es un logro personal. Es lo que surge cuando estos envoltorios aprendidos desaparecen. Cuando todo lo que queda es la simple experiencia desnuda y tú como testigo de ella. Cuando incluso esta última distinción se disuelve.
¿Qué ocurre si te interesas por la realidad de este momento, por la emoción desnuda, exactamente como es?
¿Es cierto que está incompleta o defectuosa? ¿Sigue siendo algo que tienes que sanar, superar o cambiar de algún modo?
¿Qué es realmente la emoción sin conceptos y pensamientos, sin la inercia de lo aprendido?
Cuando todo eso es atravesado, ¿es cierto que necesitas que algo en este momento sea distinto para ser plenamente ahora?
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