Esta es la fórmula infalible para perpetuar el malestar de una persona que sufre:
1. Ayúdale a poner su atención en sus emociones y procesos mentales, a profundizar en ellos, especialmente los que más malestar e inseguridad generan (indícale que busque en sus recuerdos y experiencias pasadas si es necesario).
2. Confírmale la creencia de que esos pensamentos-emociones y el malestar asociado reflejan algo problemático que es importante solucionar, trascender o aceptar. Eso casi siempre será suficiente para generar culpabilidad, necesidad y un extra de preocupación.
3. Ofrécele entonces una solución razonable y atractiva para este malestar en aumento. Ejemplos habituales incluyen (pero no se limitan a) análisis, meditaciones, afirmaciones, principios, milagros, cambios de creencias y/o descodificaciones, “insights”, sistemas de sanación, procesos espirituales, conexiones con niños interiores y/o guías superiores.
4. Refuerza la sensación momentánea de alivio y confírmale la esperanza que la solución prometida genera. Alimenta también sus expectativas de bienestar y refuerza su confianza en el éxito futuro si el compromiso es suficiente.
5. Repite el proceso cada vez que sea necesario.
La fórmula funciona realmente bien y es posible seguir aplicándola indefinidamente, ofreciendo cada vez soluciones nuevas o más “profundas”.
Lo sé porque de forma inocente y con la mejor de las intenciones, la apliqué muchas veces en el pasado, no solamente a los demás como terapeuta sino también a mí mismo como persona en un proceso de desarrollo personal/espiritual.
Y es que nadie aplica esta fórmula con la intención de perpetuar el sufrimiento propio o ajeno, sino todo lo contrario. Y a pesar de ello, esto es exactamente lo que sin darnos cuenta conseguimos a medio-largo plazo.
¿Por qué es así?
La fórmula refuerza y alimenta el único motivo real del sufrimiento: la creencia en un yo separado (un ego) y nuestra identificación con él. Un ego que vive por definición en la separación, el conflicto y la inseguridad, en persecución permanente de alguna zanahoria que ponga fin a su malestar.
La fórmula, en definitiva, la aplica inocentemente un ego tratando de ayudar a otro ego, pero eso no hace más que consolidar la única causa real del sufrimiento: la propia actividad del ego. Por eso cualquier resultado del proceso es siempre un alivio temporal dentro del mismo ciclo recurrente de frustración-satisfacción.
Si te das cuenta de que de forma inocente has estado aplicando la fórmula, a ti mism@ o a otros, tómate un momento para cuestionar si realmente funciona. Observa si alguna vez te ha dado de verdad el resultado esperado de poner fin de una vez por todas a la búsqueda y al ciclo de frustración-satisfacción que comporta.
Si no es así, ¿por qué seguir probando “soluciones” cuando con cada una de ellas simplemente damos otra vuelta más al ciclo para terminar básicamente en el mismo punto? ¿Todavía crees que en algún momento futuro se va cumplir la promesa?
¿Y si aparcamos por un momento la fórmula y ponemos pausa al centrifugado?
¿Y si empezamos a hacernos mejores preguntas…?
¿Es verdad que te falta conseguir o arreglar algo para encontrar paz y satisfacción ahora?
¿Quién es ese yo que está constantemente buscando la próxima solución?
¿Quién eres cuando te olvidas de ti y de todo lo que se supone que tienes que mejorar o cambiar?
Un abrazo y gracias por leer,
Alfred
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