No necesitas controlar las mareas. No necesitas acallar la tormenta.
No tienes que germinar la semilla, ni convertir la oruga en mariposa.
No tienes que cerrar la herida. No tienes que velar tu sueño.
No tienes que mirar para ver, ni escuchar para oír.
No tienes que mantener el latido de tu corazón, ni acordarte de respirar.
No tienes que elegir apasionarte, ni dirigir tu curiosidad.
No tienes que pensarte para existir. No tienes que sostener el silencio.
No tienes que dejar ir, ni aceptar lo que ya ha sido creado.
¿Ves el orden que permanece, cuando tu control desaparece en el corazón de este momento?
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