Vives en la constante danza entre la mente intuitiva y la mente racional. Ambas son una expresión legítima de tu infinito potencial creativo, pero cada una debe ocupar el sitio que le corresponde.
Si quieres estudiar para un examen, organizar un viaje o establecer los objetivos del próximo trimestre, tienes que poner a trabajar tu mente racional.
Si lo que quieres es descubrir tu propósito vital, saber si una relación te hace realmente feliz o decidir dejar tu trabajo para abrir tu propio negocio, necesitas escuchar a tu mente intuitiva.
Tu mente racional está formada por patrones de pensamiento, es limitada, repetitiva, y tiene el propósito básico de organizar y controlar. Vive en el tiempo, en los conceptos y en las causas-efecto. Es dual y trata de crear puntos fijos desde los que acotar y juzgar. En su peor versión, es el parloteo mental constante que genera preocupación, dudas e insatisfacción.
Tu mente intuitiva es ilimitada y abarca mucho más de lo que tu mente racional podrá jamás comprender. Es la fuente de un saber profundo que tiene la función de protegerte y orientarte. Vive fuera del tiempo, se expresa desde y para el ahora, y no se justifica a sí misma. Es tu conexión directa personal con la Inteligencia Universal. Aparece como esa claridad repentina que te permite saber exactamente qué hacer, cuando realmente necesitas saberlo.
En el funcionamiento natural de las cosas, la mente racional es el sirviente fiel de ese regalo sagrado que es la mente intuitiva.
Sin embargo, has aprendido a ignorar el regalo, otorgándole así al sirviente un poder que no le corresponde. Esa es la causa fundamental de tu confusión, tus malas decisiones y tus inseguridades respecto ti mism@ y al futuro.
Tu mente intuitiva está siempre presente, disponible y esperando a ser escuchada. En ella encontrarás todas las respuestas que tu mente racional no puede darte. En realidad, es donde al final siempre las has encontrado. Solamente necesitas recordarlo y volver a honrar esa parte de ti.
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