Al principio todo era unidad, colaboración y aplausos.

Ahora son de nuevo bandos, acusaciones e insultos.

La pausa del ego siempre es breve y las dinámicas de división se recuperan pronto. Y es que los armisticios en las guerras de opinión son por definición insostenibles: lo personal (el ego) no puede perdurar sin conflicto.

Y, como siempre, la absurda lucha por la hegemonía de una creencia sobre otra mantiene la cuestión esencial fuera del foco de atención.

No se trata de si mascarilla sí o mascarilla no, o de si hay o no hay virus, o de qué teoría es cierta (como si existiera tal cosa, por cierto).

Cualquier lado del conflicto es el mismo conflicto. La necesidad de ganar o defender una posición surge del miedo y la inseguridad. Y el miedo y la inseguridad son inevitables cuando vivimos desde la ignorancia de nuestro propio ser.

¿Eres un individuo separado, limitado y frágil, en un mundo hostil y lleno de amenazas que pueden (y buscan) destruirte?

Cualquiera que viva desde esta creencia esencial de sí mism@, actuará desde el miedo y vivirá en una búsqueda constante de seguridad. Intentará protegerse tras barreras de cemento o de tela. El otro será siempre un enemigo potencial y ridiculizará e insultará a los demás para sentirse segur@. Buscará poseer y controlar para paliar su miedo y, si tiene que escoger entre un bosque y su seguridad, quemará el bosque.

El precio de ignorar nuestro propio ser es el sufrimiento. La destrucción de la naturaleza, la degradación de lo que comemos y de nuestras relaciones, las desigualdades económicas, la manipulación, la violencia, la división y los conflictos de todo tipo no son más que este sufrimiento materializado.

Si hay un fin de la humanidad, no será causado por un virus, ni por la superpoblación, ni por una oscura conspiración secreta. Será simplemente la consecuencia inevitable de sostener la ignorancia de nuestro ser. Será el resultado de seguir viviendo como si fuéramos seres separados, cada uno movido únicamente por el miedo y por el vano intento de sobrevivir a cualquier precio.

¿Qué necesita el mundo, más división o más reconocimiento de la unidad de todo lo que es? ¿Vencer en el conflicto con el otro, o el reconocimiento de que no hay otro?

Despierta, tu único enemigo es el olvido de tu esencia.

Eres más que este cuerpo que percibes, eres más que lo que piensas, crees y sientes. Eres el bosque, el vecino que te mira mal y todos los virus. Eres infinita presencia consciente, eres el amor que sostiene este momento y todo lo que existe.

Despierta de tu sueño personal, el mundo te necesita.

Alfred

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